Gilda Pedicone de Valls
Abogada
Después de muchos años de docencia universitaria enseñando la obra de Alberdi, se despertó en mí la inquietud de saber cómo había sido la vida de este joven tempranamente huérfano que recordaba con cariño su niñez y los paisajes de su Tucumán natal.
Sabemos de sus condiciones de gran jurista, de sus brillantes aportes a la construcción de la organización nacional, de su autoría de las Bases y Puntos de Partida como modelo de la Constitución de 1853.
¿Pero fue Alberdi un hombre feliz?
Podría decirse que si: tuvo amigos entrañables con los que compartió sus luchas como Vicente Fidel López, Antonio Wilde y Miguel Cané -el padre del autor de Juvenilia- Especialmente Juan María Gutiérrez, con quien alquilaba una habitación en la casa de Mariquita Sánchez de Thompson. Allí, en el mismo piano en el que se interpretó por primera vez el himno, Alberdi componía sus Minués Argentinos.
También se mostraba feliz al recordar -a sus escasos seis años- a Belgrano preparando la estrategia para dar la Batalla de Tucumán en 1820, el haber conocido a Rosas y a San Martín durante su estadía en Europa.
Como muchos, tuvo momentos de gran reconocimiento y prestigio, como abogado exitoso en Valparaíso; el haber visitado y obtenido el reconocimiento de nuestra independencia ante los gobiernos de Inglaterra, Francia, el Vaticano y España en 1855 como “Encargado de Negocios de la Confederación Argentina” cargo que ejerció durante los siguientes 24 años, residiendo en París; sus logros como Diputado Nacional por Tucumán ante el Congreso de la Nación.
Alberdi, el prócer incómodo, en un libro reveladorEra feliz cuando escribió “Me gusta viajar, conocer. El transatlántico me permitió, con mi amigo Juan María Gutiérrez conocer Europa en 1843. Suelo decir ‘El vapor no solo ha suprimido la tierra como espacio, sino el mar. Como el pájaro, el hombre se ha emancipado de la tierra y del agua, para cruzar el espacio casi en alas del aire’.
He visitado Génova, Turín, Ginebra, París y El Havre entre los meses de junio a diciembre de 1843. Fue en esa ocasión que realicé mi primer viaje en tren, para visitar al general San Martín en su residencia en las afueras de París’ ”.
Sin embargo, al dejar su cargo de Ministro Plenipotenciario de Argentina en países europeos, entre 1862-1879, comienza la etapa de voluntario desterrado en Francia, durante la cual, escribiendo y publicando, solo vive de su pluma.
En 1879 una alianza entre Roca y Avellaneda lanzó la candidatura de Alberdi a Diputado Nacional, donde se destacó en el debate sobre la federalización de la ciudad de Buenos Aires como sede del gobierno nacional.
Pero en 1881 se despidió de sus amigos y supo, como se saben ciertas cosas irreversibles, que no volvería a la patria.
Planteó allí en términos angustiosos su dilema: permanecer ausente y escribir con libertad, o vivir en su tierra silenciado por desatinados gobernantes.
Desde su patria le llegaban diversos pedidos de que volviera, y en honor a esto escribió en enero un nuevo folleto, “Palabras de un ausente en el que explica a sus amigos del Plata los motivos de su alejamiento.”
Juan Bautista Alberdi, el prócer que aún en muerte continúa “ausente”En el libelo refería que, cuando hacía más de 30 años atrás había dejado una Buenos Aires estrangulada por Rosas, lo había hecho en busca de la libertad que le permitiera opinar sobre los asuntos públicos sin ser degollado, y que había permanecido en el exilio sin haber dejado nunca de ocuparse de su patria, manteniendo desde lejos una incesante presencia moral en la alta vida pública, mientras los verdaderos detractores lo llamaban traidor.
Quizá eso lo llevó a una vida solitaria en sus últimos años, a los que se sumaron la falta de recursos y una salud deteriorada.
En otra de sus cartas dice, resignado, “Moriré en París”. Y prueba de ello es haber contratado la construcción de su propia tumba en el Cementerio de Père Lechaise, tumba vacía porque nunca fue usada.
Injustamente agraviado
Esa dimensión del hombre brillante y muchas veces injustamente agraviado revive la pregunta inicial: ¿fue Alberdi un hombre realizado y que tuvo en vida el merecido reconocimiento que quizá -tardiamente- le damos hoy?
¿Será que los grandes hombres, como los árboles que se elevan demasiado sobre el nivel de la selva, están por eso más expuestos a sufrir las tempestades? La vida y obra de Alberdi lo confirman.
Alberdi, desde su tumba, nos interpela: no alcanza con promesas, hagamos realidad las políticas que aseguren que no hay privilegios y que los argentinos son iguales, que nuestros valores son el respeto de la dignidad del hombre, a la democracia, a la república, al federalismo que tanto nos costó construir. Porque, otra vez Alberdi citando a Alberdi en su Peregrinación de Luz de Día “declarar la libertad no es constituirla. No se trata de declarar derechos que nadie niega, sino de constituir hechos que nadie practica”.
El legado de Juan Bautista AlberdiY porque la libertad no reside sólo en la voluntad, sino también en la inteligencia, en la moralidad, en la religiosidad, y en la materialidad. Tengamos voluntad propia; tengamos una inteligencia propia porque un pueblo ignorante no es libre porque no puede; un pueblo ilustrado no es libre porque no quiere. La inteligencia es la fuente de la libertad… (J. B. Alberdi en su Prefacio al “Fragmento Preliminar al estudio del derecho”).
Alberdi nos preguntaría: frente a los ojos de los padres de la Patria, del mundo y de la historia. “¿Burlaremos ingratamente sus altas esperanzas? ¿Llenaremos de oprobio una obra en que se sacrificaron para nosotros?”
Porque otra vez citando a nuestro prócer: “Sin la unión de intereses argentinos, habrá provincias argentinas, pero no república argentina. Sólo es grande lo que es federal y nacional. Los caminos de hierro, canales, puentes, las grandes obras exceden las posibilidades patrimoniales de las provincias”.
Anhelo y nos propongamos acercar la distancia entre los propósitos de nuestra Constitución y demos concreción a sus postulados. Hagamos realidad el progreso y no nos resignemos el atraso.
Que podamos ver cumplidas –como lo declara el Preámbulo de nuestra constitución- la unión nacional, la promoción del bienestar general, y que aseguremos los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino.
Honremos el legado alberdiano y nos animemos.
Hoy nos toca a nosotros. Este es nuestro tiempo. Esta es nuestra responsabilidad.